jueves, 8 de mayo de 2008

Dadaísmo, sin color en su importancia


Dentro de los tantos movimientos vanguardistas de los anos 1900 hay uno que me llamó la tención de sobremanera, el Dadaísmo, y sinceramente espero que a ustedes les surja el mismo sentimiento, no por lo que está frente a sus ojos, sino más bien por todo ese fascinante fondo que carece de imagen pero sin dejar de ser interesante.
El dadaísmo, más que constituir un movimiento artístico concreto, trata de reflejar una disposición particular del espíritu, representa una negación intelectual violenta, un acto extremo de antidogmatismo, por lo que se vale de cualquier medio para llevar adelante su batalla. Más que la obra, es el gesto lo que interesa a los dadaístas, gesto que va más allá de los puros canales de expresión artística para manifestarse en la política, en las costumbres, en la misma sociedad, siempre que este gesto sea entendido como provocación contra el sentido común, la moral, la ley y cualquier normativa u ortodoxia. De aquí que el escándalo fuera el instrumento preferido para hacer públicas sus acciones. El dadaísmo va más allá del puro significado o la simple noción de un movimiento artístico para llegar a proponer una forma de vivir.
Sin duda, Dadá consiguió provocar escándalo, pero en el aspecto positivo, y como muchos de los demás movimientos, hizo que la gente mirara las imágenes de una manera distinta.
Las pinturas y los objetos Dadá obligaban al observador a poner en tela de juicio las realidades aceptadas y a reconocer el papel del azar y de la imaginación.

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