domingo, 10 de febrero de 2008

ARTE COLONIAL y quiteño

De los talleres artesanales de Quito salieron obras de incalculable valor, como este púlpito, profusamente decorado, del templo franciscano, con utilización de soportes con forma humana a modo de cariátides
Púlpito del Templo franciscano.

San Lucas evangelista, en una de las pechinas de la cúpula de la Compañía. La construcción de este templo, siguiendo el modelo característico de Vignola, crea nuevos espacios en la parte superior de las cuatro columnas del crucero, que sostiene la cúpula y que, por su coincidencia con el número de apóstoles evangelistas, se decoran con sus imágenes y símbolos

San Lucas Evangelista


Cuando España conquista lo que es hoy el Ecuador se enfrentan dos mundos. Los pueblos aborígenes formaban parte del imperio incaico, que había impuesto sus estructuras económicas y sociales, respetando tradiciones particulares, entre las cuales estaba el arte. España era el más poderoso imperio de Europa.
Para extender sus dominios y vigilarlos había levantado un gran ejército, y para asegurar la unidad cuidaba celosamente la ortodoxia religiosa mediante la todopoderosa Inquisición.
España trajo a América, con la religión en el centro, todo lo suyo.
También su arte. En arte Europa vivía, desde el siglo XV, el Renacimiento, que fue un renacer de las formas clásicas de Grecia y Roma.
El Renacimiento nació y dio sus mayores frutos en Italia; de allí pasó a España.
Pronto Quito se convertiría en bullente taller de arte y artesanía. Y sería tal la calidad de cuanto allí se labrase, tallase, dorase y pintase, que sus obras se reclamarían desde muy distantes puntos de América y hasta desde Europa. Y de tan reconocibles por su calidad y ciertos rasgos estilísticos, tan bellos trabajos darían para que se hablase de una Escuela Quiteña.

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